Carlos Rubio, la voz mágica que ilumina la literatura infantil
El acercamiento a los libros, guiado por su madre, sentó las bases de su carrera como escritor y educador
En el mundo de la literatura infantil en Costa Rica, don Carlos ha dejado una huella significativa. Maestro de escuela primaria y escritor, su amor por los libros se forjó desde la infancia, inspirado por su madre, también docente.
En Nuestra Gente conversamos con este profesor de literatura infantil, quien forma parte de la escuela de Formación Docente de la Facultad de Educación de la UCR y la División de Educación Básica del Centro de Investigación y Docencia Educación CIDE de la Universidad Nacional, para que nos contara un poco más de su historia y el impacto que ha tenido en el país.
Don Carlos, cuénteme un poco sobre su trayectoria y cómo se involucró en la literatura infantil.
Soy maestro de escuela primaria. Desde pequeño, gracias al estímulo de mi madre, quien también fue maestra, tuve un acercamiento especial a los libros. Para mí, eran amigos y compañeros perpetuos con los que podía hablar en cualquier momento del día o de la noche. Cuando comencé a trabajar como maestro aspirante, a mediados de la década de 1980, en un contexto de gran déficit de docentes en el país, me contrataron con solo el bachillerato del colegio. En ese momento, sentí una gran responsabilidad, a pesar de no contar con una formación científica en educación. Lo único que tenía era el ejemplo de mi madre.
Con un grupo de cuarto grado, empecé a escribir cuentos para ellos, buscando una literatura que fuera atractiva para esos infantes, que hoy rondan los 50 años. Cabe recordar que, en aquel entonces, eran niños de alrededor de 10 años y yo tenía apenas 17. Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que maestro y alumno éramos casi de la misma edad (risas). Sentía que la literatura costarricense necesitaba nuevas propuestas.
En ese tiempo, la literatura vivía un momento muy interesante y enriquecedor. Había culminado una etapa iniciada por García Monge, quien fundó en 1915 la Cátedra de Literatura Infantil en la Escuela Normal de Costa Rica. Esta cátedra dio origen a escritores de renombre como Carmen Lyra, Carlos Luis Sáenz y María Leal de Noguera. Aunque ella no formó parte de la cátedra, hizo su obra en Guanacaste y fue alumna de García en el Colegio de Señoritas. La literatura de esos tiempos se inspiró en el folklore, que integraba elementos de Europa, Asia y África con nuestras tradiciones indígenas y afrodescendientes.
Autoras como Lilia Ramos, que aún vivía en ese momento, y Adela Ferreto, quien publicó su obra tardíamente, en sus ochenta años, aportaron a esa rica tradición. En la década de 1970, surgieron nuevas voces en la literatura infantil que comenzaron a proponer historias menos centradas en el folklore y más enfocadas en la realidad de un niño urbano, con problemáticas muy diferentes. Empezaron a surgir temas como el divorcio y la ausencia de tiempo de los adultos. Así, en 1986, comencé a escribir cuentos que abordaban temas como la bomba de Hiroshima y el desamor. De este proceso nació mi primer libro, titulado «Queremos Jugar», publicado por primera vez en 1990. Este título refleja mi deseo de que la literatura infantil sea un espacio donde los niños se diviertan, se llenen de magia y encuentren alegría.
Soy un escritor lento y no me preocupo mucho por la cantidad de libros. Hay colegas a quienes respeto mucho que han publicado decenas de obras. Para mí, lo importante es la calidad. Hasta la fecha, tengo alrededor de diez libros publicados.
¿Qué iniciativas tiene en la universidad?
Tenemos el proyecto «El Rincón de Cuentos», un espacio para libros, sueños y esperanzas, que se integra a la Vicerrectoría de Acción Social. A través de este, hemos consolidado rincones dedicados a la lectura recreativa en varias escuelas, como la República del Paraguay en Hatillo y la Buenaventura Corrales en San José. También hemos creado rincones en Talamanca, en escuelas Bribri y Cabécar. Estos espacios son las primeras bibliotecas especializadas en literatura infantil en zonas vulnerables, muchas veces olvidadas.
Además, hemos colaborado con el Hospital Nacional de Niños, aunque desde la pandemia ha sido difícil continuar debido a las restricciones por enfermedades respiratorias.
También tienen las bebetecas.
Sí, hemos establecido «bebetecas», que son bibliotecas especializadas en literatura para bebés. Actualmente, tenemos una activa en Esparza y otra en Pavas.
¿Tiene alguna anécdota memorable de tantos años trabajando con niños?
¡Muchísimas! Una de las más hermosas es cuando he ido a contar cuentos y me doy cuenta de que algunos padres han sacado vacaciones solo para poder escucharme. Es conmovedor escucharles decir: «Cuando yo estaba en la escuela, usted vino a contar cuentos».
¿Visita centros educativos?
Sí, generalmente visito alrededor de 40 instituciones al año. Normalmente, voy a las que están leyendo alguno de mis libros para que los niños puedan hacerme preguntas. Utilizo algunos recursos visuales, pero trato de que el foco sea el cuento. En este sentido, yo soy solo un instrumento, un ejecutante. Lo que realmente debe brillar es la historia bien contada.
3 Comentarios
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María de los Ángeles Araya Sánchez
Excelente profesional. He tenido, gracias a mi hijo Hernán Núñez Araya, la oportunidad de conocerle personalmente. Gran calidad humana y hospitalidad.
Juan Carlos Mora Hernández
Felicitaciones a mi ex compañero y colega, Carlos Rubio, con quien compartí en nuestro camino de formación profesional en I y II Ciclos en el CIDE de la Universidad Nacional (1986 en adelante). Gran escritor de literatura infantil, con una trayectoria reconocida a nivel nacional e internacional. Excelente docente de Educación Primaria y Educación Superior. Visionario. Innovador.